La Martinique, pour Noirs seulement ?
Voici quelques jours, au micro de France Inter, un universitaire martiniquais a déploré l'arrivée massive de Métropolitains (blancs) qui transformaient l'équilibre racial de certaines parties de l'île : « les Martiniquais [noirs] ne se sentent plus chez eux». Lire une critique de France Inter, ici.
Ce discours xénophobe est très répandu là où des populations noires sont majoritaires. Rien de neuf sous le soleil. En revanche, le silence des interlocuteurs de l'universitaire sur les ondes de la radio la plus politiquement correcte de France m'a laissé pantois.
Cette mansuétude contraste avec la sévérité dont a fait preuve la justice dans le cas de propos tout aussi xénophobes d'un béké cette fois. Le 9 février, le parquet de Fort-de-France a ouvert une information judiciaire pour "apologie de crime contre l'humanité et incitation à la haine raciale". rien de moins.
On peut en conclure tristement que les propos xénophobes et racistes sont autorisés quand ils sont tenus par des Noirs ou toute autre minorité « visible ». En revanche, les Blancs n'ont droit qu'au silence.
Avec cette politique du deux poids deux mesures, les Antilles vont au désastre.
L'avenir racial des îles dans l'hypothèse d'une future indépendance n'est pas rose pour autant.
Voici un intéressant papier publié par le site du Manifiesto qui révèle les tensions raciales dans l'Afrique du sud « arc en ciel ». Edifiant. Voici un extrait.
Los políticos negros propugnan hoy en día una nueva política que expropie a viejos y nuevos granjeros blancos de las tierras que sus ancestros europeos ocuparon e hicieron productivas. Robert Mugabe, que ha hundido en la absoluta miseria absoluta a Zimbabue, expropió de sus fincas a miles de pequeños y grandes granjeros, mientras que la sangre de aquellos que se negaron riegan de ignominia el suelo que habitaron. En Sudáfrica, país de paralelismos estremecedores con la antigua Rhodesia, la sangre no ha llegado al río, si bien la demagogia y la corrupción de los nuevos políticos del Congreso Nacional Africano (CNA), que jamás supieron estar a la altura de dos hombres vestidos de pragmatismo político y mano izquierda, que no de izquierdas, como fueron el afrikáner Frederik Willem de Klerk y el príncipe xhosa Nelson Rolihlahla Mandela, pudiera encender una mecha que sumiría al único país africano que supo torear al caos en la miseria.
La Nación del Arco Iris votará el próximo mes de abril entre seguir por el mismo camino a la perdición que inició el CNA tras retirarse Mandela y De Klerk de la política activa, con un candidato con causas abiertas por corrupción –Jakob Zuma−; un pastor protestante, candidato del nuevo grupo surgido tras la reciente escisión del CNA en dos –el llamado COPE, Congress of the People–; Hellen Zille, alcaldesa de Ciudad del Cabo, candidata por la Alianza Democrática, a priori la más capacitada, pero la que menos opciones tendrá por ser blanca.
El CNA tiene su principal fuente de votos en los guetos negros de las grandes ciudades, donde millones de personas viven hacinadas en chabolas, sin trabajo y con la plaga de una enfermedad como el Sida que se está llevando lo mejor –y lo peor– del país. El populismo de sus dirigentes y el uso de la memoria, enarbolada como trofeo, de Madiba Mandela hace que en guetos y zonas rurales –sobre todo en estas últimas– sea difícil que un cambio profundo se manifieste… salvo la posibilidad de que los pastores adoctrinen a sus ovejas en sus iglesias para que voten al nuevo partido, COPE, con un fuerte componente cristiano-protestante.
Lo cierto es que la radicalización en el discurso del CNA y la soberbia zulú de candidato y seguidores, capaces de derramar sangre si Zuma es procesado por corrupción y no alcanza el ansiado trono presidencial –tal es el caso de las continúas declaraciones del presidente de las juventudes del CNA, Julius Malema, instando a matar por la elección de su presidente−, podrían sumir a Sudáfrica en una total devastación tras la marcha del mundialito, similar a la de Mr Marshall, si se repitieran y se acrecentaran los salvajes ataques xenófobos ocurridos el pasado mayo, en los que se quemaron vivos a inmigrantes y hasta a verdaderos ciudadanos sudafricanos de la zona de Limpopo, provincia fronteriza con Zimbabue, cuyo color de piel es más oscuro que el prototípico sudafricano y no hablan zulú.
No en vano, entre exaltados y desesperados, ya se dice que tras la muerte de Mandela, respetado hasta por las alimañas, todo cambiará, y a los blancos que en su día vinieron del norte −como los propios zulúes hicieron, conquistando con sangre toda la zona oriental del país– se les despellejará su piel rosada.
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